Despeja la cizaña de tu vida
Toda rama que da fruto, Él la poda para que dé más fruto. Juan 15:2
Puede resultar desconcertante cuando, en medio de la fidelidad a Dios, nos enfrentamos al dolor. Después de todo, ¿no debería la obediencia producir únicamente bendiciones visibles? Sin embargo, lo que a veces interpretamos como retroceso o pérdida, puede ser la mano cuidadosa del Jardinero divino preparándonos para un fruto mayor.
La poda no es castigo, es amor en acción. Es la forma en que Dios elimina de nuestras vidas lo innecesario, lo que estorba, lo que podría desviar nuestra mirada. Él corta con precisión todo aquello que, aunque parezca bueno, impide que demos lo mejor.
No podemos elegir las herramientas que Él utiliza—pueden ser personas difíciles, situaciones injustas o pruebas que nos duelen profundamente. Pero sí podemos elegir confiar. Confiar en que detrás de cada corte está Su sabiduría. Que Su mano nunca tiembla. Que Su propósito es hacerte crecer.
Así que cuando sientas que estás siendo podado, no mires el filo de la tijera; mira el rostro de quien la sostiene. Y recuerda: todo lo que Él permite es para tu bien eterno. Entrégate al proceso. Porque después de la poda, viene una cosecha abundante.
Señor, cuando Tu mano me pode, recuérdame que es por amor. Aunque duela, ayúdame a confiar en que Tú estás formando algo mayor en mí. Corta lo que impida mi crecimiento y hazme más semejante a Cristo. Que mi corazón no se resista, sino que se rinda. Te pertenezco, y en Tus manos floreceré. Gracias por trabajar en mí con tanta paciencia y propósito. En el nombre de Jesús, Amén.
Comentarios
Publicar un comentario