Orando la promesa: Un cambio de perspectiva
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Filipenses 4:8
Seguro te has cruzado, en medio de una dificultad, con dos palabras que El enemigo ha querido utilizar para atraparnos: «¿Y si…?». Y con ellas pone a girar nuestra imaginación, tejiendo historias de fatalidades que podrían acecharnos.
¿Y si fracaso? ¿Y si no soy suficiente para este trabajo? ¿Y si no consigo pagar la deuda que adquirí? Entre muchas otras preguntas angustiantes que hacen tambalear nuestra fe.
Si en esos momentos de duda hubiera tenido un pensamiento consciente, basado en la verdad que La Palabra nos revela, habría luchado contra él y habría elegido la verdad: Dios elige a los menos cualificados para que Él se lleve la gloria. No tengo que estar a la altura. Sin embargo, en esas ocasiones la mentira del enemigo me metió en una espiral de miedo y temor, haciendo creer que mi camino era la derrota.
Sin duda, existen niveles saludables de ansiedad que indican a nuestro cerebro que debe temer cosas que realmente merecen la pena, como el tráfico en sentido contrario.
Pero si eres como yo, seguimos encontrando nuevos motivos de preocupación, como si a base de darle vueltas constantemente a las cosas pudiéramos prepararnos para lo que está por venir. Pero hay un camino mejor, porque podemos elegir.
Podemos elegir confiar en que Dios nos dará lo que necesitamos hoy, la semana que viene y dentro de 20 años, aunque aquellos eventos que nos llenen de temor puedan hacerse realidad. Las promesas de Dios nos dan esperanza en cualquier circunstancia. Al final, El Señor junto con la prueba, “nos dará también la salida” conforme a la grandiosa voluntad que ha trazado para cada uno de sus hijos.
Incluso cuando nuestros peores temores tienen una alta probabilidad de materializarse, Dios sigue siendo nuestra esperanza y refugio inquebrantables, siempre que con humildad reconozcamos que no todo se encuentra dentro de nuestro dominio, y que ello es solo una propiedad del Todopoderoso, que de brazos abiertos nos espera para tomar nuestras cargas y ayudarnos a caminar en sus senderos de bendición.
Ahora bien, el cambio es difícil y puede llegar lentamente. Pero como hemos sido creados de nuevo, tenemos el poder del Espíritu para elegir la verdad. Cambiar de opinión es posible. Podemos sacar de nuestras cabezas los pensamientos de «que pasaría si» y reemplazarlos con lo que es verdad. Al hacerlo, ¡destruimos su poder sobre nosotros! y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento reinará en nuestros corazones, hoy, mañana y siempre.
Dios Te Bendiga.
Señor, gracias por darme el Espíritu Santo para ayudarme a detener mi espiral de pensamientos ansiosos. Ayúdame a confiar plenamente en Ti hoy, mañana y siempre. En el Nombre de Jesús, Amén.
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