Orando la promesa: Preparados para la promesa


Devocional:

Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová En la tierra de los vivientes. (Salmos 27:13)

Tal vez ya cruzaste la etapa de tu vida en la que alegres expectativas y sueños de un gran futuro, se paseaban por tu mente con gran probabilidad de hacerse realidad. Quizá muchos de esos sueños se hicieron realidad y viviste una época en la que progresabas tanto que parecía que nada podía interponerse en tu camino hacia al éxito. Sin embargo, hoy, a pesar de aquellos esfuerzos, puede que las cosas hayan cambiado y tus pasos parecen haber quedado un poco atrás.

Muchos podemos vivir esos periodos de auge y declínio en nuestras vidas, y llevar desde allí, la pesada carga del arrepentimiento por decisiones tomadas y por oportunidades perdidas. Ciertamente, éste fue el caso de David. Tras ser ungido para ser el próximo rey de Israel por el profeta Samuel, disfrutó de triunfos que le distinguieron como figura importante del reino. Fue músico personal y portador de armadura del rey Saúl, derrotó al poderoso Goliat, se casó con la princesa Mical y fue amado por todo Israel. Parecía que todo obraba a Su favor para su consecución y mantenimiento de posición de Rey.

Pero un día, la vida de David cambió radicalmente para peor. El rey Saúl se puso tan celoso de David que ordenó su muerte tal como lo relata la Palabra: “Habló Saúl a Jonatán su hijo, y a todos sus siervos, para que matasen a David” (1 Samuel 19:1). Y sin más, David se convirtió en un proscrito, obligado a huir del reino que le habían prometido. Durante años, luchó contra pérdidas devastadoras, intentos de asesinato e injusticias desmoralizadoras. Parecía haber perdido toda esperanza.

Afortunadamente, sabemos que ése no fue el final para David. De hecho, todos los desafíos fueron el indispensable campo de entrenamiento de Dios para que David pudiera convertirse en el gran rey de Israel que fue creado para ser.

Del mismo modo, puede parecerte que has dado pasos atrás en los objetivos que has planteado para tu vida. Te has alejado de tus sueños, las circunstancias parecen más que difíciles y una adversidad se sucede a otra. Pero no caigas en desesperación. Dios aún no ha terminado contigo. De hecho, te está preparando sabiamente un gran futuro. Así que acepta este tiempo difícil como un entrenamiento para Sus propósitos eternos y, como David, verás sin duda “la bondad del Señor en la tierra de los vivientes” (Salmo 27:13).

Oración

Padre, ayúdame en cada prueba de mi vida, a aprender la lección que deseas enseñarme, para un futuro grande y esperanzador, que sé has preparado para mí. Confiaré en Ti y asi, lucharé cada barlla, con ánimo y esperanza. En El Nombre de Jesús, Amén.

 

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