Palabra:
Este es el día que hizo Jehová; Nos gozaremos y alegraremos en él. (Salmos 118:24)
Todo árbol frutal fue una vez semilla. Semilla que estuvo inmersa en un montón de tierra, oculta, imperceptible a los ojos humanos. Con el tiempo, tras pasar por varias fases, llega el momento de presentar su fruto. El factor tiempo es siempre determinante en todas las cosas de esta vida. Todo se hace y se produce en el momento oportuno. No hay forma de dar fruto si un día no se ha sembrado antes.
Pero, por desgracia, cuando aplicamos esta verdad a nosotros mismos, descubrimos lo ansiosos que estamos y lo poco que nos gusta esperar. Ansiamos el fruto, sin que ni siquiera se haya sembrado la semilla. Vivimos preocupados por muchas cosas. Nos preguntamos cómo será esto o aquello. Vivimos utilizando el “si”, conjeturando hechos, situaciones. Nuestra mente trabaja incluso cuando dormimos. Siempre ocupada con el futuro e incluso con el pasado.
Tenemos una enorme dificultad para calmarnos y vivir el presente. A veces estamos recordando cosas pasadas, a veces estamos ansiosos por el futuro. Mientras ocupamos nuestra mente en anticipaciones, no experimentamos las delicias de una vida tranquila en Dios. Tener paz y tranquilidad no tiene precio. Estar en paz desde la perspectiva de Dios es confiar en que Él sabe lo que hace, incluso cuando nos permite atravesar diversas dificultades.
Mientras gastamos nuestras fuerzas y energías preocupándonos por el mañana, no vivimos lo que Dios ha preparado para nosotros hoy. Vivir un día a la vez es atenerse a las experiencias cotidianas que Dios quiere que vivamos. Es confiar en que Él se ocupa de todo. Es descansar en Sus promesas. Es vivir de fe en fe. Es estar preparados para recibir lo mejor de Dios. Así que, ¿por qué preocuparse por el mañana cuando el Padre se está ocupando de todo? “Basta a cada día su propio mal”. (Mateo 6:34)
¡Vamos, confía más en Dios y vive un día a la vez!
Oración:
Señor, cuando la incertidumbre acerca del futuro toque a mi puerta, concédeme la paz de espíritu y la fortaleza de carácter para aferrarme mucho mas a Ti, sabiendo que ante mi impaciencia Tu estás obrando, ante mis miedos, Tu me estás protegiendo, ante mis dudas Tu me estás sosteniendo con las promesas de bienestar y plenitud que has guardado para cada uno de Tus hijos. Ayúdame Padre a no decaer ni por el peso de mi pasado ni por los miedos de mi futuro, sino que me sostenga en Tus promesas para vivir, el día que Tu quieres que yo viva, por y para Ti, el hoy, obedeciéndote, sirviéndote y siguiendo Tu camino con los pasos que esperas que yo dé. Que asi pueda realizarlo Señor. Amén.
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