Orando en La Mañana: Lucas 6:36


 Devocional:

Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. (Lucas 6:36)

El mundo de hoy, en una pérdida de valores que se ha extendido, infelizmente por redes sociales y muchas veces es auspiciada hasta por grandes medios de comunicación, ha sumido directa o indirectamente al ser humano en un espíritu de intolerancia. Hasta uno mismo insconcientemente en muchos momentos puede ser intolerante ante el error, la fallas o las debilidades de otros a nuestro alrededor, sin percibir en ello una actitud equivocada. Se ha promovido la cultura del Si nos fallan, pronto les devolvemos el favor. Y si no los devolvemos, al menos los ignoramos, los despreciamos. Pero a los ojos de nuestra vida cristiana cabría preguntarnos: ¿es así como reaccionó o reaccionaría Jesús? Ante las debilidades de los demás o incluso ante errores como los que todos podemos tener, ¿sus actitudes estaban marcadas por la intolerancia, por la falta de compasión? No, ¡definitivamente no!

En el Nuevo Testamento hay varios relatos en los que Jesús muestra una gran compasión por la vida de las personas. Le importaban de verdad. Las amaba incluso cuando era despreciado por ellas. Cambiaba su itinerario para bendecir vidas, sanar, liberar y salvar. Su amor era y es tan grande que se entregó por nosotros: “Porque también Cristo padeció una vez por todas a causa de los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Fue muerto en el cuerpo, pero vivificado por el Espíritu” (1 Pedro 3:18).

Jesús es nuestro modelo. Debemos amar a nuestro hermanos como Él lo haría, pues ello es lo que Él nos pide; “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. (Juan 15:12) ¿Por qué seríamos intolerantes con los demás cuando Jesús tiene la mayor paciencia con nosotros? ¿Por qué trataríamos con frialdad e indiferencia cuando Jesús nos acoge con amor y cuidado todos los días? ¿Por qué no liberamos el perdón si Jesús ya nos ha perdonado? Es hora de parar, pensar y reflexionar.

No tenemos derecho a actuar con los demás como si fuéramos superiores a ellos. El hecho de que tengamos como meta servir a Dios con nuestro mayor compromiso, no puede convertirse en una fuente de orgullo, de vanidad, de sentimiento de superioridad. Cuanto más somos amados por Dios, cuanto más comprendemos su amor, su gracia y su compasión hacia nosotros, más debemos quebrantarnos y volver nuestra mirada hacia el otro de la misma manera. Él nos ordena: “Además, tened todos la misma mentalidad, sed compasivos, amaos fraternalmente, sed misericordiosos y humildes”. (1 Pedro 3:8)

Que Dios se apiade de nosotros y nos libre de la arrogancia, la prepotencia, la falta de amor y la intolerancia hacia los demás. ¡Que seamos la manifestación de su amor en esta tierra!

Oración:

Señor, que no olvide que me has llamado a amar a mis hermanos, a tener compasión, misericordia y a perdonar sus errores, pues Tú conmigo has sido misericordioso y con ojos de de bondad me has perdonado y me brindas cada día Tu amor sin condiciones. Abre mi corazón a la compresión de esta verdad, dame la humildad para caminar en ella y la paciencia para perseverar en su aplicación, día a día en todos los momentos de mi vida, porque sé que de ello rendiré el grandioso fruto del amor que Te agrada y que te dara a Ti, la mayor gloria. En El Nombre de Jesús, Amén. 

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